Navidad, celebración en la cual la mayoría de las personas se dan permiso para ser felices, la Navidad hace de diciembre un mes especial, la Navidad hace de diciembre un mes en el que las personas se animan a soñar, se animan a reír; otros se dan permiso de olvidar por un instante los problemas, es también una oportunidad para reflexionar. Miro a mi alrededor y veo al mundo enloquecer por la preocupación de la Navidad, y pienso: ¿Cuándo perdimos el verdadero sentido de lo que es la Navidad?
El otro día mi hermana pequeña me preguntó que cuál era mi fiesta favorita del año y yo le dije que las navidades enteras. No sé por qué será, en estos tiempos siempre me pongo melancólica, más cariñosa de lo normal... digamos que todo me afecta. Puede ser porque es tiempo de reencuentros o quizá de recuerdos, pero siempre todos ellos son bonitos, hasta las despedidas el último día. Pues sabemos que más tarde o más temprano volveremos a vernos.
Ójala pudieran estar a mi lado en estos momentos todas y cada una de las personas que quiero y he querido, porque todas han significado bastante en mi vida. Ya sea para bien o para mal. Saco en conclusión que de lo bueno hay que exprimir los recuerdos y de lo malo, la experiencia, si, esa que te ayuda a aprender a no tropezarte por el camino o por lo menos a levantarte mejor después de las caídas.
Todas las navidades me paro a pensar en lo que me llevo del año que está por pasar y lo que me propongo para el que va a llegar. Este año no ha sido muy bueno, pero como he dicho antes, me llevo la experiencia. Ha habido viajes con amigos y no tan amigos, gente que he conocido, personas que se han ido y puede que no vuelvan... en fin, que en 365 días que tiene el año, hay historias que contar para rato. Y todas estas historias, cada uno, debemos guardar las buenas y desechar las malas para que haya hueco para todo lo que viene en el siguiente, ¿no creéis?
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